No sé donde leí que en el invierno más terrible hay un verano invencible, algo así deben ser mis noches de autocastigo, de soñar contigo, de esa clase de inviernos quiero pensar que está hecha mi sonrisa insomne, la nada de mis bolsillos, a lo mejor de esos inviernos está trazado el contorno del abismo del que hablan los laureados malditos, los poetas de mierda, aunque lo más probable es que solo sean eso, un puñado de versos destinados al que sabe que su invierno no dará paso a ninguna florida primavera y que esta no precederá a ningún verano invencible. No eran preguntas susurradas, eran súplicas y alaridos, creo que era el invierno preguntando por ti, un invierno al desuso, cálido, sumiso, cubierto de lodo, de oscura tez, con los brazos abiertos, un invierno despierto eternamente, un invierno errante, golpeando puertas y ventanas, tal vez buscando resquicios en tu alma, por encima de todo y a ras del suelo, un invierno al fin vencido, supongo que derretido y vuelto agua lo convertiste en sudor, en aroma a ti, condenado para siempre a bregar con tu recuerdo, a desistir como tantos otros de tenerte, a marchar mirando hacia atrás cada dos pasos, tu lo miras, impasible, sonríes, te recuerda a ti misma, en otro tiempo.
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